UNA REFORMA ELECTORAL EN CAMINO: PELIGROS Y OPORTUNIDADES
- Raul Uriel Carbente Tezoquipa

- 26 ago
- 3 Min. de lectura

Aunque México es considerado una de las democracias ininterrumpidas más antiguas de Latinoamérica, la realidad de esta afirmación es dudosa, pues no sería hasta la alternancia del 2000 que se puede hablar de una verdadera democracia. Somos un país bastante nuevo en la democracia, con un sistema que tiene muchos errores y deficiencias por arreglar, pero es mejor que volver al unipartidismo.
Es en este contexto, el gobierno ha puesto sobre la mesa una nueva reforma electoral que busca mejorar la competencia, fortalecer a los partidos, evitar la intervención de agentes externos y aumentar la participación ciudadana. Esta Reforma ha dado de que hablar aun cuando todavía no se sabe su contenido, donde la mayor es sobre la figura de los legisladores plurinominales, legado de la Reforma del 77 y que representan el 40% de los Diputados y el 25% de los Senadores.
Por mucho tiempo se ha buscado su eliminación al considerarlos políticos que no fueron votados por nadie o tuvieron que hacer campaña, además de que no en pocas ocasiones ha llevado a que estas posiciones sean ocupadas por personajes con una carrera política cuestionable o nula, así como la emisión de declaraciones que solo les ganan el repudio de la población ante su desconexión con la misma.
Aunque estas figuras han sido cuestionadas por muchos años, recordemos porque fueron creadas en 1° lugar: la representación de las minorías dentro de los espacios de poder y evitar que los partidos más grandes (o el más grande) acapare todos los espacios. La eliminación de esta figura solo fortalecería a los partidos más grandes, así como vulnerar algo tan básico de la democracia como es el diálogo entre grupos.
En vez de desaparecer a los plurinominales, es mejor su reforma para acercarlos más la población, donde se pase de un sistema de listas cerradas a uno de listas abiertas, donde, ahora los propios ciudadanos podrían elegir a los representantes plurinominales y no los partidos, a la vez que estos se verían en la obligación de hacer campaña en sus circunscripciones. Una propuesta más radical es abolir los puestos por mayoría relativa y pasar a una legislatura 100% plurinominal, pero esta opción todavía sería muy polémica dentro del México moderno.
De la misma forma, se debe de hablar de los partidos políticos. Se dice que un sistema con pocos partidos es lo mejor, pero estas dinámicas de tener solo 2 o 3 partidos pueden terminar en un escenario donde todas las opciones se parecen demasiado y no hay posibilidades de un cambio verdadero en el sistema, error con el cual cuentan la mayor parte de los países de la anglosfera, caracterizados generalmente por la presencia de solo 2 partidos: uno liberal (o socialdemócrata) y otro conservador.
En vez de esta opción de pocos partidos, es necesario un sistema más flexible que permita la existencia de más opciones que sean capaces de representar a un país tan diverso como lo es México. Muchos movimientos tienen que aliarse con partidos que no los representen fielmente, como son feministas, indigenistas, nacionalistas, comunistas, ecologistas, sindicalistas, religiosos o campesinos.
Por supuesto, esto no quiere decir que el presupuesto a los partidos aumente, al contrario, este podría reducirse para evitar la emisión de tanta “basura electoral” (panfletos, playeras, gorras, paraguas, despensas, lonas) durante las campañas, donde se opte por destinar los recursos mejor a actividades que conecten verdaderamente con la población o propaganda no física.
De la misma forma, la asignación de recursos para el financiamiento público debe de reformarse, pues en la actualidad solo el 30% de estos son repartidos de forma equitativa entre todos los partidos, el resto se reparte en base a los votos obtenidos en las elecciones, o en otras palabras, es un sistema donde se beneficia a los partidos más grandes. La alternativa es que la totalidad de estos recursos se repartan de forma equitativa con tal de garantizar una verdadera competencia justa.
Dos páginas no bastan para hablar de todos los cambios que se podrían hacer al sistema electoral mexicano más competitivo, justo, equitativo, representativo y ciudadano, pero el papel que puede hacer cada ciudadano para defender y mejorar la democracia que costó la vida a muchas generaciones es informarse, actuar y organizarse, además de jamás asumir la libertad, pues tarde o temprano habrá alguien o algunos empeñados en arrebatarle si se llega a notar desinterés, miedo o sumisión.






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