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LOS ALCANCES POLÍTICOS DE LOS “PARTIDOS ESTADO”; EL CASO MEXICANO

  • Foto del escritor: Jaime Valentín Godínez Ortíz
    Jaime Valentín Godínez Ortíz
  • 5 feb
  • 4 Min. de lectura

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La historia de nuestro país nos ha demostrado que cuando un solo partido se constituye en el poder político por un tiempo indeterminado, se forman una serie de costumbres que terminan rigiendo el rumbo de la nación: Es así como se forman los “Partidos Estado”. El presente artículo busca abordar el estudio de dos casos en específico: el viejo PRI y el actual Morena. Aquí expondré una serie de ideas que inciten a la investigación y al debate de opinión, dejando en claro que todas las posturas políticas son válidas y necesarias para una democracia saludable.


Partiendo de las definiciones básicas, no debemos confundir a los partidos políticos nacionales con los partidos políticos de estado, los primeros responden a aquellos que ostentan un registro nacional ante el INE, y que así lo han hecho por un tiempo considerable. Los segundos se constituyen a razón de la existencia hegemónica de un partido político por sobre los demás, generando así un control casi absoluto sobre el Estado, fusionando las estructuras partidarias con las estatales, ¿te suena familiar?


Los antecedentes históricos de México nos refieren al caso del PRI en siglo XX y al de la ola morenista, que actualmente está en el poder. Debemos recordar, que aunque el PAN se instituyó por dos sexenios en el ejecutivo federal, la realidad es que los gobiernos tanto de Fox como de Calderón carecieron de un control amplio en el Congreso de la Unión, así como en los gobiernos y legislaturas estatales.


La llamada “dictadura perfecta” del Partido Revolucionario Institucional, gobernó bajo un modelo corporativista, con tintes de izquierda, pero sin declararse enemigos del neoliberalismo, cada Presidente surgido de sus filas le imprimió un estilo muy particular al gobierno; desde el populismo de Luis Echeverría Álvarez, hasta la tecnocracia de Salinas de Gortari. En aquellos tiempos, el presidente de la República se convertía también en el jefe máximo del PRI, aunque este tuviera a su dirigente estatutario, el cual sólo fungía como vocero del primer mandatario. No cabía otra expresión política en el Senado o en la Cámara de Diputados, convirtiendo la labor legislativa en un simple trámite burocrático, facilitando así cualquier impulso de reforma constitucional, casi sin encontrar resistencia; si querías desempeñarte en la función pública, debías estar afiliado al tricolor; si querías formar un sindicato, debías alinearlo a los sectores; si eras un general en retiro, seguro tendrías un buen puesto en el partido. En pocas palabras, el PRI controlaba cada aspecto de la vida pública de México, y todos los actores políticos se apegaban con disciplina casi religiosa a las instrucciones emanadas de los Pinos.


A pesar de los evidentes vicios en los que se incurrieron durante esta etapa, la realidad es que se logró establecer un sistema casi autosustentable, tan es así, que la crítica interna  del PRI llevó a la creación de instituciones como el extinto IFE, o a impulsar reformas constitucionales como la de los “Diputados de Partido” formulada por el Licenciado Adolfo López Mateos, a razón de otorgarle representación legislativa a las expresiones políticas menores. De igual forma, casos como el de las elecciones federales de 1976, en donde solo se presentó un solo candidato a la presidencia de la República (José López Portillo), motivaron cambios significativos en el país, a través del surgimiento de la Reforma Política de 1977, la cual invito a analizar con su debido detenimiento. 


Actualmente, el partido en el poder (Morena) ha replicado conductas similares a las del antiguo PRI; mayorías aplastantes en cada elección, controles plenos en los recintos legislativos, veintiún gubernaturas bajo su mando y gran parte de los ayuntamientos y Congresos Locales se pintan de guinda. Si bien es cierto que apenas comienza un segundo periodo de hegemonía, los cálculos político-electorales indican que vendrá una segunda etapa de un “Partido Estado”, ¿Qué, tan cierto es esto?, revisemos. 


En 2018, Andrés Manuel López Obrador logró la mayor victoria electoral registrada en la época post  PRI, junto a él llegaron los actores que se sumaron al efecto generado por el expresidente, quien, dicho sea de paso, generó uno de los  liderazgos más robustos y firmes que la historia de México haya visto. 


Con la entrada al poder de Morena, la configuración política nacional sufrió cambios profundos, la injerencia partidista volvió a jugar un papel fundamental en cuanto a la toma de decisiones , una vez más, el poder ejecutivo impera por sobre los demás. 


A pesar de ostentar la calidad de una democracia, hay quienes aseguran que en México se anula la clásica división de poderes del Estado, prueba de ello quizá sea la “Reforma Judicial”, que sin contratiempos fue aprobada de manera íntegra en el Congreso de la Unión, para su posterior ratificación local, ¿Cómo fue esto posible?, a través de una mayoría calificada del partido oficial. 


Es necesario que la sociedad civil se mantenga informada acerca de la cosa pública, de no ser así, los patrones están condenados a ser repetidos. Es evidente que en ambos casos revisados con anterioridad, hubo y habrá abusos, sin embargo, también existieron y existen aciertos, los cuales, seguirán forjando al Estado mexicano, el cual está lejos de ser perfecto, pero, díganme ustedes, ¿Qué Estado sí lo es?

 
 
 

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