LA ECONOMÍA FEMINISTA: REIMAGINANDO EL MODELO ECONÓMICO PARA LA EQUIDAD
- Karla Patricia Gómez García
- 31 ene
- 4 Min. de lectura

La lucha por la igualdad de género es fundamental para lograr una sociedad justa, y la economía feminista emerge como una herramienta esencial para reestructurar las bases económicas que sustentan nuestra realidad. Este enfoque no solo cuestiona el sistema económico dominante, sino que también propone alternativas más justas y equitativas, donde todos, sin importar género, tengamos las mismas oportunidades y derechos.
¿Qué es la economía feminista?
Aunque no se habla con frecuencia sobre este tema, la economía feminista ofrece una perspectiva crítica y transformadora. Durante mis estudios, tuve que escribir un ensayo sobre este concepto y me encontré con pocas fuentes de información. Sin embargo, tras investigar, comprendí la importancia de difundir esta propuesta.
La economía, en su forma tradicional, ha subvalorado y marginalizado el trabajo reproductivo y de cuidado, actividades principalmente realizadas por mujeres en el ámbito doméstico. Este trabajo, aunque crucial para el bienestar y la sostenibilidad de la vida, ha sido históricamente ignorado, mientras que el "trabajo productivo" o remunerado, que se desarrolla en el mercado formal, se ha considerado el único válido.
El trabajo doméstico y su invisibilización
El trabajo doméstico no remunerado, como la limpieza, el cuidado de niños, ancianos o personas con discapacidad, ha sido históricamente visto como una “obligación natural” de las mujeres. Esta percepción refuerza el rol tradicional de la mujer como “ama de casa” y contribuye a que este trabajo no sea reconocido ni remunerado adecuadamente. La invisibilización de estas tareas tiene consecuencias profundas en la estructura económica global, ya que muchas veces no se contabilizan en las métricas tradicionales de crecimiento y producción.
El sesgo de género en la economía convencional
Este sesgo de género se refleja no solo en la falta de reconocimiento del trabajo de cuidado, sino también en las disparidades salariales y las condiciones laborales desventajosas que enfrentan las mujeres en el mercado de trabajo. Aunque han existido avances hacia la igualdad, las mujeres siguen ganando menos que los hombres por realizar el mismo trabajo, especialmente en sectores como la educación, la salud y el trabajo doméstico. La discriminación directa, la segregación ocupacional y la falta de políticas efectivas para garantizar la igualdad salarial son factores que perpetúan estas disparidades.
Además, las mujeres enfrentamos mayores barreras para acceder a empleos formales, y cuando logramos hacerlo, a menudo nos encontramos con contratos precarios, menor estabilidad laboral y menos oportunidades de ascenso. Esta situación no solo refleja una desigualdad de género, sino también una cuestión de justicia social. La falta de políticas que garanticen igualdad de oportunidades para todos crea un entorno donde las mujeres no pueden prosperar completamente, limitando su desarrollo personal y profesional.
Economía feminista y redistribución de tareas
Es importante reflexionar sobre cómo la economía feminista y la redistribución de las tareas de cuidado pueden transformar las dinámicas sociales. Este no es solo un problema de mujeres; también afecta a los hombres, quienes a menudo se ven presionados a asumir el rol de "proveedor" en lugar de participar en el cuidado del hogar. La rigidez de los roles de género limita tanto a hombres como a mujeres y obstaculiza el potencial de desarrollo de ambos. Para avanzar hacia una verdadera equidad, es crucial que cambiemos la percepción sobre lo que constituye un "trabajo legítimo". Este cambio debe venir desde una conciencia colectiva que reconozca que el trabajo de cuidado es esencial para todos, independientemente del género.
Necesidad de políticas públicas con perspectiva de género
Una de las principales razones por las cuales persisten estas desigualdades es la falta de políticas públicas con perspectiva de género. Aunque algunos avances legislativos han sido logrados, como la inclusión de leyes para promover la igualdad de género en el empleo, aún existen enormes brechas. La economía feminista propone una redefinición del concepto de trabajo, reconociendo que todas las actividades que contribuyen al bienestar social deben ser valoradas y remuneradas adecuadamente, independientemente de si se realizan en el hogar o en el espacio público.
El enfoque de la economía feminista también pone énfasis en el concepto de "sostenibilidad de la vida", buscando una redistribución equitativa de los recursos no solo a nivel económico, sino también social y ambiental. Este enfoque asegura que las mujeres y personas de géneros diversos tengan acceso a lo necesario para una vida digna, abogando por la justicia social y la igualdad estructural en todos los aspectos de la vida cotidiana.
Transformando la estructura económica para la equidad
La economía feminista no solo se preocupa por la equidad entre hombres y mujeres, sino que busca transformar las estructuras sociales y económicas de manera que todos tengan acceso a las mismas oportunidades. Es urgente avanzar hacia un modelo económico más justo, donde se valore adecuadamente el trabajo de cuidado y se promueva una distribución equitativa de los recursos. La implementación de políticas públicas inclusivas es fundamental para asegurar que todos los miembros de la sociedad puedan desarrollarse plenamente, independientemente de su género o rol en el hogar.
Conclusión
El modelo económico actual, al no reconocer la importancia del trabajo reproductivo y de cuidado, perpetúa una distribución desigual de los recursos, limitando el potencial de desarrollo de la sociedad. La economía feminista propone una visión transformadora que incluye la redistribución del trabajo de cuidado y la implementación de políticas que promuevan una verdadera igualdad de oportunidades para todos, sin importar su género. No se trata de una utopía, sino de una necesidad urgente para garantizar una distribución más justa de los recursos y promover el bienestar social. Solo a través de políticas públicas inclusivas y una redefinición del trabajo podremos avanzar hacia una sociedad más equitativa y justa para todos.
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