EL INFIERNO ES AQUÍ MERITO
- Nashim Avilés
- 31 mar
- 3 Min. de lectura

Hasta el momento, ha sido complicado describir mi sentir. Es un sentimiento entre rabia y frustración, entre impotencia y desesperanza. El rancho Izaguirre, hallado el 5 de marzo por el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, es el emblema de un México desahuciado, un México que atraviesa una grave crisis humanitaria, un México que ha normalizado la violencia.
De acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), hasta la fecha se registran 125,806 personas desaparecidas. Al analizar las estadísticas de la página, nos daremos cuenta de que esta crisis comienza en 2006 (con 624 desapariciones), teniendo un incremento gigantesco en 2007 (con 3,014 desapariciones). Esta alza coincide con el inicio de la guerra contra el narcotráfico. Desde ese momento, la crisis solo ha ido en aumento.
Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia en 2018, tomando las riendas de un país dolido por los estragos de una guerra que no resolvió nada. Prometió entonces una reconfiguración de la estrategia de seguridad e hizo de la frase "abrazos, no balazos" su estandarte. El sexenio de Peña Nieto, que continuó con la herencia del combate, terminó con un registro de 35,305 personas desaparecidas; mientras que el sexenio de AMLO cerró en 2024 con más de 50,000 personas desaparecidas. Según el portal ¿A dónde van los desaparecidos?, esto significa que una persona desaparece cada hora.
Desde el 1 de enero hasta el 25 de marzo, fecha en que redacto este artículo, el RNPDNO registra 7,120 personas desaparecidas. Cuando ustedes lo lean, ¿cuántas personas más se habrán añadido?
Es importante destacar que las estadísticas enunciadas en los párrafos anteriores cumplen con la función de dimensionar la gravedad del problema, pero debo subrayar con mucha mayor fuerza que numerificar a las personas desaparecidas es deshumanizarlas. Reducirlas a cifras es deshumanizar, porque cada una de ellas es un familiar, una amistad, un ser querido que tenía ilusiones y sueños. Hoy, el sistema ha desaparecido 125,806 sueños y ha privado a sus familias de verlos convertirse en realidad; en cambio, la única realidad que hoy existe es la del dolor.
El rancho Izaguirre es el resultado de la normalización, minimización e indiferencia que vivimos. La normalización de ciertos actores políticos que aseguran que es natural que haya fosas clandestinas; de otros que minimizan la tragedia, cuestionando si realmente esos zapatos pertenecen a los desaparecidos; y la indiferencia de ciertos sectores de la sociedad cuyo amor ciego a un partido político les nubla la crítica. Otros, con la mano en la cintura, aseguran: "Ellos se lo buscaron", y algunos piensan: "A mí no me va a pasar". Pero pasa, desgraciadamente, pasa.
Todos tenemos derecho a salir de nuestras casas sabiendo que regresaremos a ellas. Ser joven no debe ser razón para ser desaparecido. Llevar pan a tu mesa no debe ser razón para ser desaparecido. Buscar oportunidades para ti y tu familia no debe ser razón para ser desaparecido.
Me resulta inevitable pensar en la película El infierno, de Luis Estrada. Cuando "El Benny" le pregunta al "Cochi" si no le daba miedo irse al infierno, este le responde con seguridad, desdén y hasta cierto orgullo: "El infierno es aquí merito". El bombardeo de noticias sobre lo que sucede en Jalisco, Sinaloa y otros estados de la República deja en claro que, en efecto, el infierno es aquí merito. Haciendo eco de una frase pronunciada hace ya poco más de treinta años, podemos continuar diciendo que los demonios siguen sueltos y siguen triunfando.
Sin embargo, ahora, con los ojos de México en Teuchitlán, es el momento oportuno para concientizar sobre la gravedad de esta crisis, para volver a sentir dolor, recuperar la impotencia, porque no es normal ver notas rojas todos los días ni que las personas desaparezcan. Es la oportunidad de ejercer más presión sobre las autoridades y exigirles que hagan su trabajo; de aportar algo de nosotros, desde cada una de nuestras trincheras, para recuperar a los que nos han quitado, evitar que nos arrebaten a más y no permitir que se olviden ni desaparezcan a las personas desaparecidas.
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