JUSTICIA EN LA CUERDA FLOJA: EL LABERINTO DE UN SISTEMA JUDICIAL CORRUPTO Y CLIENTELAR
- Silvia Cervantes

- 31 mar
- 3 Min. de lectura

"Siempre vamos a apoyar a las mujeres, pero siempre debe haber pruebas suficientes." — Claudia Sheinbaum
¿SI LLEGAMOS TODAS?
Comenzar este artículo con esta pregunta no solo resulta incómodo en un México que sigue luchando con las disparidades propias de la “equidad de género”, sino que también evidencia que seguimos transitando por una sociedad que exige a las mujeres justificar sus acciones, sus méritos, sus debilidades y sus aptitudes. No solo como un requisito para aspirar a un puesto o cargo, sino ante un país que permanece a la defensiva.
¿Cuántos de nosotros no hemos escuchado comentarios que demeritan o desvirtúan las acciones de una persona por el simple hecho de ser mujer? Y no, no me refiero únicamente a los comentarios despectivos, porque en el contexto nacional no se considera inadecuado que alguien emita juicios de valor contra una mujer. Lo que se ve mal es que sea otra mujer quien lo haga. Se justifica esta intolerancia con comentarios como: “Y luego andan marchando el 8M” o “Y estas mismas son las que piden respeto”, pero no se entiende que la problemática no es solo “exigir” o “buscar”, sino que, si no existiera esa desigualdad, no habría necesidad de hacerlo.
Actualmente, en el poder hay una crisis. Una crisis disfrazada de “transformación” que no atribuyo a un solo color, pero que tristemente, en una república democrática, representativa, federal y laica, como lo "es" México, ha comprometido el sistema de pesos y contrapesos. Tenemos poderes en los que mayorías, oposición y minorías no cumplen con sus respectivos deberes. En días recientes, figuras políticas han demostrado que nuestro sistema judicial está efectivamente comprometido. La crisis de representación va más allá de creencias o corrientes políticas. Comentarios como “¿Quién dice que esos zapatos son de desaparecidos?” retumban en los oídos de un México que exige justicia.
Vivimos en un país que, por años, ha preferido callar antes que denunciar porque sabe que al hacerlo no solo se expone directamente a la revictimización y al escrutinio público, sino que su testimonio será puesto en duda. “Ya no basta con denunciar”, “ya no basta con alzar la voz”, porque en nuestro país es más fácil encontrar apoyo en los consultorios psicológicos que en las autoridades.
Y no nos vayamos muy lejos. Pareciera que seguimos atados al periodo en el que gobernó Benito Juárez. ¿No fue él quien acuñó la frase “A los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, ¿la ley a secas?” Vemos al Poder Legislativo brindando protección a un legislador señalado por violación. Perdón, pero ¿a qué clase de población están representando? Legisladores, no deben olvidar a quiénes se deben. Por eso digo que no atribuyo todo el problema a un solo color, pero díganme: ¿cuántos de sus electores no han sentido miedo?, ¿cuántos de ellos no han sido violentados?, ¿cuántos de los que votaron por ustedes lo hicieron porque estaban cansados de no ser escuchados? ¿Por qué se protegen solo entre ustedes?
Me entristece imaginar cuántos casos más quedarán impunes ante un “nuevo sistema de justicia” en donde unos cuantos elegirán a los juzgadores. ¿En manos de quién vamos a poner nuestros derechos? Recordando una frase del presidente Porfirio Díaz: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, en este caso podríamos decir: “Tan lejos de la justicia y tan cerca de la ley del Talión”.
No olvidemos que somos parte de una sociedad golpeada y violentada, al grado de haber normalizado la violencia como un mecanismo de supervivencia. Sin embargo, seguimos saliendo día a día en busca de oportunidades, en busca de mejores opciones. Y sí, el despertar de una sociedad organizada no solo es posible, sino inevitable.
Conservo la firme esperanza de que, a medida que la conciencia colectiva se fortalezca y las voces de quienes exigen equidad y respeto se alcen con mayor fuerza, el país se encaminará hacia un horizonte donde la justicia y la dignidad prevalezcan. El día que nos demos cuenta de que tenemos la oportunidad de construir un México donde todos sus habitantes sean tratados con respeto, podremos unir esfuerzos para transformar la indignación en acción y el sufrimiento en esperanza.






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