¿DEMOCRACIA DIGITAL O MANIPULACIÓN ALGORÍTMICA? LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN LAS ELECCIONES DE 2024 Y LO QUE VIENE…
- Armando Manuel Flores Olivares

- 18 abr
- 2 Min. de lectura

La inteligencia artificial ya no es un concepto del futuro: es parte de nuestra vida diaria. Desde asistentes virtuales hasta algoritmos que predicen nuestros gustos, sus capacidades han evolucionado con tal rapidez que ahora también participan, silenciosamente, en un terreno que debería ser exclusivamente humano: la democracia.
Durante las elecciones de 2024 en México, no fueron pocos los ejemplos de cómo la IA fue empleada como herramienta política. Deepfakes difundidos en redes sociales, bots replicando narrativas falsas y contenido dirigido a públicos específicos con precisión quirúrgica marcaron una nueva etapa en la forma en que los votantes son influenciados. Uno de los casos más sonados fue el video manipulado de Claudia Sheinbaum, donde se le atribuían declaraciones que nunca hizo, afectando su imagen y posicionamiento.
Este fenómeno no es exclusivo de México. En Estados Unidos, India y Brasil, las campañas han recurrido a tecnologías algorítmicas para segmentar votantes, crear contenido personalizado y, en algunos casos, diseminar información engañosa. La política se ha vuelto un campo de batalla no solo ideológico, sino digital. Y el problema central es que hoy, la tecnología avanza más rápido que la regulación.
En México, el marco legislativo actual no contempla con claridad los límites del uso de inteligencia artificial en campañas electorales. Esto abre la puerta a prácticas opacas que pueden influir de forma profunda en la decisión de los votantes sin que estos sean plenamente conscientes. ¿Qué pasa si el mensaje que me convenció de votar por un candidato fue creado por una IA que conoce mis miedos, creencias y preferencias?
Por otro lado, es justo decir que la inteligencia artificial también tiene el potencial de fortalecer la democracia. Herramientas de análisis pueden detectar campañas sucias, monitorear el cumplimiento de normas electorales y promover la participación ciudadana en sectores históricamente marginados. Pero esto solo será posible si se crea un marco legal robusto que regule su uso con ética y transparencia.
La tecnología no es buena ni mala en sí misma; lo que importa es cómo la usamos. La democracia, ese frágil pacto social construido sobre la confianza y la verdad, no puede permitirse ser rehén de los algoritmos. Es tiempo de que el poder legislativo, tanto a nivel federal como local, encare este reto con seriedad. El futuro del voto libre podría depender, paradójicamente, de una decisión que se tome desde el Congreso, no desde el código.
Antes de que los algoritmos decidan por nosotros, tenemos que decidir cómo conviviremos con ellos. El momento de legislar ya llegó. No se trata de frenar la innovación, sino de garantizar que la democracia siga siendo un acto humano, consciente y libre.
“La democracia no debe ser rehén de los algoritmos: es momento de legislar antes de que el código decida por nosotros.”






Muy buen contenido. Felicidades!