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¿VOTAR?, ¿Y PARA QUÉ?

  • Foto del escritor: Karen Pérez Hernández
    Karen Pérez Hernández
  • 3 feb
  • 3 Min. de lectura

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La sociedad mexicana vive momentos de desencanto con la política y la democracia. Poco a poco, pareciera que hemos ido pasando del desencanto con los políticos a la desesperanza con la política y su esencia, con la participación en la vida de nuestra comunidad y de nuestro país en conjunto. Son evidentes  las razones de la decepción: la desigualdad, la corrupción, la inseguridad y la violencia que tanto nos han afectado, razones que nos han hecho pensar que participar, informarse y votar carecen de sentido. El problema es, que la desesperanza nos estanca, y es ahí, donde aquello con lo que estamos inconformes comienza a crecer — en la historia del mundo hay bastantes ejemplos de cómo cuándo una sociedad ignora los problemas que le aquejan da espacio para que estos crezcan —.

 

Para votar, hay que saber escoger, razonadamente, entre varias propuestas, la que nos parezca mejor para nosotros y para nuestra comunidad. 

 

Sé que con el paso de los años, a la mayoría de los mexicanos, los “cambios” que han habido con el paso de los diferentes sexenios, no nos han convencido del todo; pero es importante saber que la posibilidad de que en un país pueda alternarse el poder; que el hecho de que exista una conciencia conjunta y lo que llamamos sociedad civil, es un logro. Pensemos en los totalitarismos y lo dañino que es, para una sociedad, vivir bajo el capricho exclusivo de una persona rodeada de un equipo que no cuestiona sus errores. Lo vimos en las dictaduras que se convirtieron en las utopías del siglo XX y lo estamos viviendo ahora. 

 

Uno puede pensar que lo que se ha ganado no es nada, frente al fracaso de tantos proyectos. Es fácil perder la esperanza, pero, la democracia no es algo que se gane de una vez y para siempre. Pero, ¿qué es esa democracia de la que todos hablan?. Su nombre significa “gobierno del pueblo”. Es una forma de gobernar. La forma que tiene el pueblo de tomar el destino en sus manos y escoger a quienes lo representan por medio del voto. La democracia, casi siempre viene acompañada de sus dos amigas: justicia y libertad; quienes han sido invocadas una y otra vez por los mexicanos, viéndolas cubiertas de sangre, convertidas en palabras huecas sin sentido, dichas por gente, que, desde el poder no creen en ellas. 

  

Si todos pensamos que nuestro voto solitario  no sirve, hay que pensar en los otros, que, junto con uno mismo, somos una fuerza de cambio imparable. Debemos tomar conciencia del inmenso poder que tienen nuestras acciones mínimas, y que son las que cambian nuestro entorno. Cambiar lo que está mal en nuestra calle, nuestra colonia, nuestra ciudad, es una manera de cambiar al mundo. 

 

No podemos seguir creyendo que el voto nulo, o el no votar, incida en el resultado de las elecciones. Los votos nulos solo generan un vacío, una efectividad nula para la toma de decisiones. 

 

Dejemos de confiar en los políticos tradicionales, en las promesas vacías, en la caridad como una moneda de cambio; porque están apareciendo, por todos lados, nuevos actores. 

 

Ir a votar es una oportunidad valiosa para elegir al o a la representante que defienda con mayor claridad eso que creemos que es importante para nosotros y para nuestra comunidad. Las elecciones ya se han vuelto casi rutina; pero debemos saber que para hacer posible que una persona vote y su voto se cuente, hay miles de actividades y millones de mexicanos y mexicanas que se suman para organizar una elección y permitir que nosotros podamos ir a una casilla y votar.

 

Ejercer el derecho que tenemos de votar es una forma de confirmarnos que pertenecemos todos, a una misma comunidad. No renunciemos a esa oportunidad de demostrar que nos importa nuestra calle, colonia, ciudad y nuestro país en conjunto. Evadirnos de la discusión sobre las opciones políticas, alejarnos del debate sobre los partidos y candidatos, es dejar que aquellos que sí vayan a votar tomen en sus manos a una comunidad o un país entero, que a todos nos pertenece y del cual todos somos responsables. 

 

¿Vale la pena votar, pensar en un país ideal y actuar por ello? Vale toda la pena.

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