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LOS DERECHOS NO SE PIDEN, SE TOMAN: LA JORNADA LABORAL

  • Foto del escritor: Raul Uriel Carbente Tezoquipa
    Raul Uriel Carbente Tezoquipa
  • 10 jun
  • 3 Min. de lectura

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Hace poco más de 100 años, las condiciones dadas por la Revolución Industrial permitieron un avance exponencial de las condiciones materiales de las naciones y México no sería ajeno a este progreso durante el gobierno de Porfirio Díaz. Sin embargo, siempre se excluye de este discurso a los millones de obreros y campesinos que fueron explotados para lograr esta “abundancia”. El México porfirista fue testigo de cómo la clase proletaria era explotada a más no poder, con jornadas laborales que empezaba al amanecer y concluían al anochecer, sin un salario justo, derechos laborales básicos, condiciones dignas y seguras y mejor no mencionar la idea de poder tener días de descanso o vacaciones.


Esta clase de tratos fueron una de las razones de la Revolución Mexicana, siendo una de sus exigencias el respeto y aumento de los derechos básicos de los obreros y los campesinos, en especial por parte de facciones tan “radicales” como los zapatistas, los villistas y sobre todo los magonistas, siendo estas demandas ignoradas muchas veces en los primeros gobiernos revolucionarios.


Esta clase de movimientos y con tal de acabar una vez por todas con las confrontaciones, dio como resultado la creación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en 1917, teniendo como característica la defensa de los derechos proletarios entre sus artículos, siendo referentes en este aspecto incluso para naciones como la República de Weimar o la URSS. Entre los derechos brindados estaban: jornada de 8 horas, prohibición del trabajo infantil, de condiciones insalubres, derecho a un día de descanso, a utilidades, a vivienda, a salud, a sindicatos, protección de mujeres embarazadas, salario mínimo y suficiente, Tribunales Laborales, etc. Cosas que el día de hoy son consideradas como “obvias” y básicas fueron todo un nuevo paradigma en su momento.


Sin embargo, los tiempos han cambiado y contrario al mandato de la “progresividad de los derechos humanos”, pareciese que la legislación laboral se quedó atrapada en el siglo XX por muchos años. Ya desde 1935, organismos como la Organización Internacional del Trabajo consideraron que la jornada laboral debía de ser reducida a 40 horas semanales, o lo que es lo mismo, a tener 2 días de descanso.


Quizás el peor momento de los derechos laborales fue el periodo de 1976-2018, cuando no solo se le quitó al Estado sus responsabilidades sociales y económicas, también se dio marcha atrás a muchas de las conquistas sociales con miras a aumentar ganancias bajo la visión del neoliberalismo. Entre los atropellos que se cometieron estuvo la congelación práctica del salario mínimo, degradación de la vivienda a un bien de consumo antes que una necesidad, valoración de la vida de los trabajadores como una mercancía, permisión de abusos por parte de las empresas, cooptación de sindicatos por el poder económico, etc.


No fue sino hasta el año 2018 cuando los derechos laborales volverían a ser valorizados por parte del gobierno, pues retomó su papel como actor dentro de la política laboral, social y económica, esto bajo la figura del “Estado asistencialista”, con políticas para redistribuir la riqueza nacional, redignificar los salarios, recuperar derechos laborales y sobretodo, que la legislación laboral dejará de ser “letra muerta”.


Sin embargo, contrario a lo que algunas personas piensan de las políticas “comunistas” del gobierno, los gobiernos de AMLO y Sheinbaum han demostrado que hasta ellos tienen sus límites cuando se trata de derechos laborales, pues estos no han estado dispuestos a romper con el poder económico, siendo la mayor muestra de esto su negativa a aprobar la reducción de la jornada laboral a 40 horas.


Aun cuando el salario de los trabajadores aumente y aun con los apoyos sociales, de nada servirán si la gente no tiene tiempo para disfrutar los frutos de su trabajo. México no solo es el país de la OCDE que más trabaja (48), pues hay que sumar los tiempos de traslados entre su hogar y centros de trabajo, por no decir que la preocupación de los gobiernos por la movilidad es decepcionante.


México ha quedado rezagado en este aspecto, algo extraño para un país que hace un siglo era un referente de derechos laborales y defensa de los trabajadores. Otros países como Países Bajos, Noruega o España trabajan menos de 40 horas y planean reducir esto todavía más; aun cuando muchos dicen que esto “no es aplicable” a nuestro país por no ser un país del 1° mundo, hay que recordar que el México de inicios del siglo XX tampoco lo era. Se debe trabajar para vivir, no vivir para trabajar.

 

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